Sunday, May 20, 2012

Mendoza través de los sentidos

Mendoza... más allá de ser una linda ciudad para visitar, es una provincia con sentido, con esencia… No es un destino turístico que se ha creado para venderle al turista, sino que es todo un pueblo que con su cultura se manifiesta y busca mostrar a sus visitantes sus costumbres, sus paisajes, sus atractivos con el orgullo de pertenecer a esta tierra de sol y vino. En Mendoza, la vitivinicultura es uno de los pilares de la economía, pero lo más importante es que es parte de la identidad del pueblo y cada año cuando termina nuestra cosecha hacemos una magna fiesta para brindar por el vino nuevo. Esta fiesta, es una tradición que data de la década del 30 y que genera una atmósfera festiva pocas veces vista que incluye no solo a los vendimiadores sino a todos los mendocinos y los visitantes. Esta celebración habla de un pueblo que trabaja todo el año para brindar al mundo su vino. Y justamente de esto se trata esa identidad, esa esencia de las que les hablaba…. Degustar un vino es un desafío a los sentidos y Mendoza es un constante desafío a los sentidos ¿Saben porque? Cuando uno se dispone a disfrutar un vino, el primer sentido que se ve desafiado es el oído. El sonido del descorche y luego ….. (servir la copa con micrófono cerca) el caer del vino sobre la copa nos invita a pensar en los bravos ríos mendocinos y las ciento de actividades que brindan para la aventura: la adrenalina del rafting, la destreza del cayac, que se combinan con otras actividades de aventuras como el canopy, el trekking, el puenting y la tirolesa entre otros. Cuando uno degusta el vino, la vista dice mucho. Se pueden apreciar la intensidad de sus colores. Rojos profundos casi azules y violaceos son productos de terruños desarrollados a 1200 metros sobre el nivel del mar. Colores que forman parte de una postal mendocina cuando el Aconcagua se abre con toda su imponencia y nos recuerda que es el Techo de América. La luminosidad y los destellos que pelean con los rojos en la copa hacen a este vino tan brillante como el sol presente en todas las estaciones del año, bañando los viñedos. El olfato. Damos una vuelta para que suelte los primeros aromas. Cierren los ojos por unos segundos y traigan a su memoria una ciruela y su aroma verán cuan semejante es las notas de nuestros malbec. Dejos de vainilla y algo ahumado que tiene que ver con la barrica. Ese olor a madera que se confunde con el mosto cuando visitamos nuestras cavas. Entrar a una bodega, es una sobredosis al olfato, es una sensación única con un clima especial. Es un aroma que identifica nuestra tierra, que habla de nuestros terruños y de quienes somos: Una de las nueve capitales mundiales del Vino. El gusto y el tacto. Sentirlo en la boca, como llena de placer el paladar con una textura suave y aterciopelada como la nieve polvo que los esquiadores eligen en nuestro invierno. El sabor de una gastronomía que convive y crece día a día con nuestros vinos. Asado, chivos y truchas junto a la olivicultura hablan de una cocina con identidad. Pero lo más importante es que el vino nos une, que brinda esa posibilidad de juntarnos en un brindis, de compartir, y ese sentido no está escrito en ningún lado, que no tiene antecedentes, porque es el sexto sentido que tiene nuestra provincia: la hospitalidad, la alegría de que vengan a visitarnos y poder descorchar una botella para brindar con una copa de Malbec.