Thursday, January 13, 2011
Volver a la escuela con mi primer hijo
Terminan las vacaciones no solo para los chicos sino también para los padres que vuelven a entrar en el sistema de las obligaciones escolares.
Por Carla Luna
Ariel es papá de dos nenes de 5 y 6 años y en una reunión de amigos declaró “empiezan la escuela y siento que empiezo con ellos. No puedo evitarlo pero un poco me fastidia y me siento como cuando era chico”. María Paz es mamá de una nena de 6 años y también demostró su preocupación “No le costó entrar al jardín pero el primer dia de clase en la primaria fue un dilema que lo sufrimos ambas”. El ingreso a la escuela constituye un gran acontecimiento psicológico para el niño y para su familia. En la mayoría de los hogares los niños son el centro y en torno a ellos se organiza la vida de la familia. “Con la entrada a la escuela el mundo del niño se amplía y él ya no está en el centro. Forman parte de un grupo que tiene pautas que hay que respetar, lo cual supone para él aprender a controlar su conducta, dándose cuenta de que hay un tiempo para estar quieto, escuchar y trabajar y un tiempo para jugar, reír, correr, conversar; aprender a esperar su turno, aprender a cuidar sus útiles, aprender a compartir, aprender a respetar normas diferentes de las del hogar” explica la doctora. Lucia Morchio, psicopedagoga.
La escuela para los niños se considera el modo de ingreso a la sociedad. A diferencia de la niñez de los padres, la mayoría de los niños no son extraídos del seno materno para ir a la escuela y de golpe encontrarse con un mundo totalmente diferente, porque en la actualidad las exigencias laborales hacen que ambos padres trabajen y los niños desde pequeños convivan en las guarderías o jardines maternales. “Técnicamente los chicos viene preparado desde el punto de vista emocional, pero a veces hay chicos que no hacen problemas de adaptación en el jardín y si lo hacen en primer grado” dice la psicóloga Teresa Quiroga y explicaba que esto puede ser porque el primer grado marca una situación de límite. Era más libre, más consentido y ahora viene la disciplina, el orden, las notas, las obligaciones, la fila. Factores que marcan limites entre lo maternal (continuidad de la madre al jardín que lo contiene) a la exigencia de la escuela lo cual puede general una especie de miedo generada por la misma obligación controlada por el tiempo y manejada con un régimen. Asimismo, no hay que alarmarse como padres porque esta etapa de desprendimiento es natural de la esencia evolutiva del ser humano tanto para los chicos como para ellos.
En síntesis, para todos los niños, la escolaridad implica salir de la subcultura familiar para ingresar a otra subcultura cuyas características son bastante diferentes. Este cambio resulta más o menos complejo en función de las características del niño, las de la escuela, las de la familia, las del medio sociocultural de origen y las relaciones entre ellas.
Papás involucrados
“Sería bueno que la escuela se ocuparan más de los padres porque ellos también viven una etapa de desprendimiento” considera la psicóloga. La escuela puede preparar a esos padres haciendo reuniones previas para que se conozcan y ellos participar de todas las actividades que la escuela ofrezca ya que es importante tener en cuenta que ese es el contexto social en que el niño se mueve y que ellos esperan que sus padres formen parte del cuadro.
“Es importante que la mamá esté con el chico acompañándolo para que adquiere el hábito de estudio porque tiene que cumplir con un deber y lo tiene que hacer como la maestra lo indica. Por eso como madre es importante administrar el tiempo de estudio y el tiempo de juego es decir marcar la disciplina” dijo la psicóloga. Esto también implica poner límites a la cibernética para que no pierda la posibilidad de vivir humanamente y aprender desde lo artístico y deportivo.
Por otro lado hay que recordar que el rol del papá es tan importante como el de la mamá y la educación de los chicos no es “cosas de mujeres” por lo que ir a reuniones de “padres”, hacer las tareas con ellos, conseguir el disfraz para la fiestita y compartir sus emociones es responsabilidad de ambos.
“Los chicos tienen distintos aprendizajes y a veces algunos son más dependientes, otros más lentos otros más ágiles, etc. La escuela va aun ritmo y los padres tienen que suplir lo que la escuela no contempla” comenta la psicóloga mientras coincide con la psicopedagoga en que los padres rinden examen cuando sus hijos entran a la escuela porque de alguna manera sienten que se evalúa lo que han hecho con sus hijos y el camino en el que los conducen.
“A veces papá o mamá idealizan al hijo y proyectan en él sus propias expectativas. Esperan que sea exitoso –como él o ella lo fueron cuando iban a la escuela- y si el niño tiene dificultades se enojan con él atribuyéndolo a que no ha puesto suficiente esfuerzo o motivación” comenta Morchio en referencia a la proyección de los padres sobre los hijos. La psicopedagoga recomienda compartir la experiencia escolar del hijo o hija manteniéndose lo suficientemente cerca como para que se sienta acompañado y seguro, y lo suficientemente alejando como para que vaya desarrollando una gradual autonomía. Es importante para el niño que papá y mamá valoren la escuela, reconozcan sus esfuerzos, se alegren con sus logros, escuchen lo que él quiere contar, vayan a verlo en los actos, asistan a las reuniones que convocan los maestros, en definitiva, se preocupen y se ocupen de él en esta nueva y trascendente etapa de su vida.
Las especialistas consideran que un niño que en la familia se siente querido y que recibe una imagen positiva de sí mismo es un niño feliz, y está preparado para llevar adelante las experiencias de la vida con seguridad. Este colchón de afecto, respeto, comprensión, amortigua cualquier tipo de dificultad y es la base de la autoestima y la confianza en las propias capacidades. Por eso es importante tener en cuenta que un niño cuya iniciativa y autonomía se anulan sistemáticamente tiene más dificultad para desarrollar confianza en sí mismo, por eso es bueno valorar lo que aprenden y lo que son capaces de lograr en el día a día para que ellos lo aprecien también y se motiven para seguir aprendiendo cada vez más.
Guía psicopedagogica para padres
La doctora Lucía Morchio determinó algunos ítems a modo de consejo para acompañar el proceso de nuestros hijos en la escuela:
• Crear un orden respecto de las horas de sueño, de la alimentación, del tiempo para jugar y para hacer tareas. La organización familiar ayuda al niño a sentirse bien, con energía, a organizarse él mismo.
• Mostrar que papá y mamá valoran la escuela. Que les interesa saber qué hizo cada día, ver qué trae en el cuaderno.
• Escuchar más que hablar. Disponer de un tiempo para que les cuente qué hizo, con quién jugó, qué le gustó, o qué lo hizo enojar por ejemplo.
• Mantener estrecho contacto con la escuela, con los maestros.
• El ideal es que se hagan cargo de preparar sus materiales, de recordar lo que la señorita pide de un día para otro, de qué materia especial tienen y qué deben llevar. Sin embargo, en los primeros grados pocos son los niños que organizan solos su mochila, que revisan el horario para ver qué materia tienen al día siguiente. Son los padres quienes actúa como “conciencia prestada” para evitar que el niño reciba un reto o una mala nota por algo que todavía no tiene madurez para hacer solo. La autonomía se forma gradualmente y una forma de hacerlo es enseñándole a prepararse para el día siguiente revisando el horario, el cuaderno de comunicaciones, la mochila… con él. Mientras normas el hogar el niño es el preguntándole ¿qué te pidieron, para qué? ¿por qué te retaron? ¿por qué se enojó la señorita, o el compañero?,
• Crear ocasiones para que el niño manifieste y desarrolle su curiosidad, su imaginación, su creatividad, sus intereses y motivaciones.
• El niño valora la escuela a través de los comentarios y actitudes de sus padres. Es importante no descalificar a la maestra ni a la escuela delante del niño. Si mamá y papá están en desacuerdo en algún aspecto, que lo hablen entre ellos y si les parece conveniente, en la institución.
• Crear a su alrededor un ambiente de tranquilidad y predecible, en el que hay reglas que están definidas y se deben respetar siempre. (Por ejemplo, si la “regla” es permanecer sentado a la mesa durante las comidas, asegurarse que él lo comprende y que sabe cuando cumple y merece un premio y cuando no cumple y los demás se enojan o le ponen un castigo.) Tener presente que ser firme no significa ser desconsiderado o “malo” con el niño, sino ayudarle a desarrollar el autocontrol como base para el logro de proyectos futuros.
• Promover el desarrollo de hábitos de higiene y orden.
• Evitar retarlo constantemente. Jerarquizar y decidir conjuntamente papá y mamá qué es importante y no se va a dejar pasar y qué no es tan importante y se le puede perdonar.
• Establecer y mantener límites firmes y estables. No “habituarlo” a que cuando hace un “escándalo”, se enojan un poco pero luego él sale con la suya y logra lo que quiere.
• Cuando tiene una obligación relacionada con el estudio o con la convivencia, enseñarle a aceptarla sin necesidad de prometerle premios o regalos.
• Destacar cuando hace las tareas y se porta bien para consolidar una imagen positiva de sí mismo. Cuando hace algo incorrecto retarlo en privado para no contribuir al deterioro de la autoimagen a través de retos permanentes.
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